Neurosis de amor; escribe Tania Kurdyla, sexóloga humanista. Ese histeriqueo consciente del que somos presas especialmente en las lunas llenas. Esa pulsión salvaje, que nos pide a gritos ser absorbidas por una fuerza complementaria, esa falta, ausencia, que crece hasta hacerse insoportable, tiene el aspecto de Caperucita y el lobo. En este caso una Caperucita que desea ser devorada, desea ser integrada al otro, quizá en su versión más salvaje y animal.

En el lenguaje de la pasión, en el territorio acordado son válidas estás formas que nos toman, nos poseen en el amplio deseo de ser poseídas. Es esa misma presa voluntaria que busca su par necesita dejarla ser, sin preceptos morales, es una demanda de amor en su versión más salvaje.
Ser «devorada» por ese otro constituye mi propia integración a la inversa para luego sentir que no hay separación posible desde las entrañas, gozamos un instante sin tiempo donde «yo-tu» se funden en un nosotros.
Eso señoras y señores forma parte de nuestro más primitivo amor y tenemos permiso cuando es mutuo de disfrutarlo tal como es, sin culpas ni castigos. Solo dejarlo ser, dejarlo emerger, dejarlo manifestar así como la luna llena, en todo su esplendor.
Tania Kurdyla
Sexología humanista
Ecología del ser.











