Por Gastón Goicoechea.- El 13 de diciembre de 1939, frente a las costas uruguayas, el acorazado de bolsillo alemán “Graf Spee” se enfrentó a tres cruceros de guerra británicos. El primer escenario de la batalla fue varias millas delante de Punta del Este, culminando próxima a las costas de Piriápolis.

El Acorazado “Graf Spee” y la Batalla del Río de la Plata
Aunque sea de pasada, a través de sonidos y confusas luces provocadas por detonaciones de artillería, la Segunda Guerra Mundial pasó por Piriápolis.
Fue en la veraniega tarde noche del 13 de diciembre de 1939, cuando, a la lejanía, nuestras costas fueron el escenario final de la Batalla del Río de la Plata, protagonizada por tres navíos británicos, a la caza del poderoso “Graf Spee”, buque de guerra alemán que asoló los mares del Atlántico Sur.

Clasificado por la Kriegsmarine (Marina de Guerra de Alemania) como “Acorazado de Bolsillo”, el “Graf Spee” era en realidad un Crucero de Batalla Clase “Deutschland”, creado junto a otros dos buques gemelos, para eludir las prohibiciones que el Tratado de Versalles había impuesto sobre Alemania para hacer acorazados de gran porte.
El resultado fue la creación del DKM (Deutsche Kriegsmarine) “Admiral Graf Spee”, una genialidad de la tecnología alemana. Desplazaba 15.000 toneladas, con un armamento principal de dos torres triples a proa y popa de tres cañones de 280 mm cada una, ocho de 150 mm y seis de 105 mm. Tenía un casco blindado de más de 120 mm, soldado eléctricamente, y una velocidad de hasta 28 nudos. Contaba con el blindaje y el armamento de un acorazado convencional, pero el tamaño y la velocidad de un crucero ligero de guerra, combinando así el poder de fuego y protección de un acorazado, con la velocidad de un crucero.
Poseía adelantos técnicos entonces desconocidos, como el telémetro (uno de los primeros radares, hecho para calcular tiro, que, curiosamente, no era usado para exploración), y elementos de artillería que ajustaban automáticamente los cañones para compensar los balanceos y cabeceos del buque navegando.

Al mando del Capitán de Navío Hans Langsdorff, el buque alemán se encontraba en el Atlántico Sur, cuando la guerra estalló el 3 de setiembre de 1939. Su misión era atacar a los buques mercantes aliados con destino a las Islas Británicas y Francia, provenientes de Áfríca, Asia y de Sudamérica.
Luego de hundir el primer mercante, frente a Pernambuco, por 100 días recorrió miles de millas entre el Atlántico Sur y el Índico, echando a pique nueve mercantes, que sumaban 50.000 toneladas. En todos los casos, el “Graf Spee” respetó la vida e integridad de los tripulantes atacados, permitiéndoles en botes salvavidas evacuar los buques, antes de hundir el mercante enemigo con su artillería o sus torpedos. Así Langsdorff se ganó el respeto de sus enemigos, pues ni un solo marinero murió durante sus acciones, en tanto demostraba gran astucia y capacidad, evadiendo una y otra vez a los sietes grupos navales anglofranceses que dominaban el Atlántico Sur, y lo buscaban para hundirlo.
Su final se produjo cuando puso nuevo rumbo, hacia la costa sudamericana, y el 13 de diciembre el “Graf Spee” se acercó a la entrada del Río de la Plata, cumpliendo órdenes para atacar a un presunto convoy mercante que salía de Montevideo para Gran Bretaña. Los alemanes no sabían que se trataba de una emboscada preparada por los servicios de inteligencia de la Royal Navy (la Marina Real Británica).
Amaneciendo, a las 0600, un grupo de tareas inglés de la División Sur, al mando del Comodoro Henry Harwood, formado por tres buques de guerra, el crucero pesado HMS “Exeter”, y los cruceros ligeros HMS “Ajax”y HMNZS “Achilles”, estaban esperando al acorazado alemán. Cuando lo interceptaron en la entrada del estuario, comenzó una batalla épica, unas de las últimas de la historia en que hubo una combate naval buque contra buque.
Los vigías alemanes dieron la voz de alarma cuando vieron las siluetas de los buques ingleses a 20 millas. Se dio zafarrancho de combate a las 0620, abriendo fuego con sus cañones principales y secundarios. Harwood (a bordo del “Ajax”) dividió su fuerza para que la artillería alemana, más poderosa y de más alcance, no concentrara su fuego. El crucero pesado “Exeter” resistió a los alemanes, en tanto el jefe inglés flanqueaba y acortaba distancia con sus dos cruceros ligeros, cuya artillería de 152 mm necesitaba aproximarse para alcanzar y dañar al acorazado.
Los dos buques principales intercambiaron disparos por una hora, con los alemanes navegando a toda máquina hacia el “Exeter”, lastimándolo con siete mortales impactos de 280 mm que destrozaron sus cañones principales de proa, el puente de mando, junto a otras averías e incendios, que provocaron numerosos muertos y heridos. A muy escasa velocidad, escorado (inclinado), y con muchas vías de agua, el buque inglés pudo evitar ser rematado, escapando en dirección a las Islas Malvinas.
La batalla prosiguió con los cruceros ligeros, que al navegar a más velocidad (32 nudos), perseguían y evadían al acorazado alemán, intercambiando disparos de artillería y lanzamiento de torpedos, y luego escapando detrás de cortinas de humo. Con estas acciones repitiéndose una y otra vez, con el pasar de las horas los combatientes se iban internando en el estuario rioplatense, cada vez más cerca de Punta del Este.
En sus aproximaciones, el “Ajax” recibió varios impactos, pero al estar a corta distancia, logró que sus cañones alcanzaran al “Graf Spee”. Como las averías del “Ajax” eran graves, que incluían la pérdida de su arboladura y la mitad de su artillería, igual que en el “Achilles”, que recibió un impacto de 280 mm que destrozó su artillería de popa, el Comodoro Harwood ordenó la retirada de los restos de su fuerza de tareas. Pero a los pocos minutos la orden fue suspendida, cuando en ese momento se vio sorprendido: el buque alemán se alejaba, escapando con vista de costa, como en dirección a Montevideo.
El “Graf Spee” también estaba herido.

En total, los alemanes recibirían en la batalla 17 impactos de 152 mm (principalmente de los cruceros ligeros) y dos de 203 mm (del “Exeter”). Con 37 muertos y 60 heridos, varios agujeros en el casco, puente y superestructuras del buque, Langsdorff, también herido por una explosión, cometió el error de no continuar la batalla, y retirarse. Claramente el jefe alemán desconocía la dimensión del daño causado a los ingleses, porque a sólo 4 millas de distancia, su acorazado todavía podía disparar más del doble que sus dos oponentes juntos, con la particularidad que sus proyectiles taladraban a los cruceros como si fueran de lata.

Tratando de deshacerse de sus perseguidores, cerca del mediodía el “Graf Spee” se cruzó con el mercante inglés “Shakespeare”, enviando un falso telegrama: “Ajax y Achilles, de Graf Spee. Recojan botes salvavidas de buque inglés”. Como Harwood sabía que Langsdorff nunca había disparado contra un mercante sin antes haber evacuado a la tripulación, no cayó en la trampa y no detuvo a sus cruceros para el falso rescate.
Lo que queda de la historia es un completo misterio. Esa mañana, Langsdorff pudo echar a pique a los tres cruceros británicos, pero en vez de perseguirles cuando eran fáciles presas, había decidido retirarse al Río de la Plata, navegando hacia Punta del Este, y pasando frente a Piriápolis, navegar por el canal de acceso e internarse en Montevideo, tratando de reparar sus daños.
En la tarde y noche de ese día, la batalla continuaría, ahora con el “Graf Spee”, increíblemente, huyendo de dos pequeños y heridos cruceros ingleses. El escenario, sería las costas desde Punta del Este a Piriápolis, en donde el sonido de la guerra rompería con la calma de un país neutral, y la rutina de dos balnearios que se preparaban para el verano.







