Cerro San Antonio: Belleza panorámica ¿para todos? Escribe Luis E. Sabini Fernández
La información oficial da 130 metros como altitud del cerro San Antonio. Cuesta creerlo si uno confía en que la altura del cerro de Montevideo es de 140 metros, como dice la info turísticarespectiva.El cerro San Antonio parece ser bastante más alto. La info local nos habla de 350 metros de altura, lo que lo haría la colina más alta del planeta o, sustituyendo términos equivalentes, la montaña más baja de nuestro globo.
130 metros, 350 o alguna altura intermedia, el cerro tiene un acceso pavimentado que se enrosca hacia su cumbre ofreciendo sucesivas panorámicas sobre la bahía donde se asienta Piriápolis, la costa al oeste, muy visible hasta Playa Grande, sobre el hermosísimo puerto de la ciudad con sus barcas pescadoras y sus goletas, yates y lanchas de paseo, el promontorio donde se asienta Punta Fría, la espléndida playa de San Francisco, Punta Colorada, y a lo lejos la otra punta, apiñada en edificios, de Punta del Este. Y en intervalos, la espléndida urbanización al pie del cerro, diseñada en su momento por el fundador, Francisco Piria.
Todo parece ser propiedad privada, como rezan los carteles al costado de la ruta de subida al cerro, anunciando a diversas inmobiliarias ofreciendo solares en pleno bosque, con granito y vegetación exuberante, algo que se confirma en avisos en internet que aclaran: “Paseo Sierra de las Ánimas es PROPIEDAD PRIVADA”, tratándose de un territorio mucho más agreste y menos urbanizado que el San Antonio…

La edificación avanza, incontenible, en las laderas del cerro más urbanizado de Piriápolis.
Y por lo que se ve, el derecho de propiedad privada es tan absoluto e incondicionado como el de los grandes aristócratas medievales.
A diferencia de urbanizaciones en otras ciudades que se pliegan a un plan ordenador que limita, necesariamente, por ejemplo, las alturas de las edificaciones, y regula de manera imperativa los retiros y los permisos de construcción, resguardos, desagües y multitud de otros factores para tener en cuenta, el San Antonio no parece tener regulación alguna, y si la tuviere es tal la prodigalidad que es como si no la tuviera.
El hermosísimo camino de subida al cerro, recortado sobre la ladera, tiene, más allá de ligeras anfractuosidades, a la derecha el terreno en bajada y a izquierda, en subida. A menudo es escarpado, lo que brinda hermosas vistas.
La edificación, empero, va tapando, ocultando la visual del camino. No hacia la izquierda, en que sobre la ladera se edifica, pero sí sobre la derecha que es, cuando se sube, donde se ve el mar y la costa, cada vez más tapada por edificaciones que, llamativamente sobrepasan el nivel de la calzada, a veces 2 o 3 metros, con lo cual ya el bloqueo visual es notorio, pero a veces varios metros de sobrealtura tratándose de edificios de varios pisos.
Lo escarpado de la ladera permitiría que si una edificación tuviera 3 pisos no sobrepasase el nivel de la calzada, pero al tener 4 o 5, lo excede totalmente. En algún caso, la nueva edificación ha dejado prácticamente a nivel de la calzada uno contenedor de metal, de ésos que los países centrales han enviado a la periferia planetaria con contenidos de vaya uno a saber qué… y que ahora se “reaprovechan” en países como Uruguay como material de construcción… pero que como mazacote metálico no luce, no…
Algo llamativo es que, tratándose de Uruguay, todo este desmadre en la edificación se hace con enorme despliegue de legalidad: las construcciones ostentan con enorme cartelería el nombre de la empresa constructora, el del arquitecto responsable, el del número del BPS que muestra que los operarios allí empleados están orgullosamente “en blanco”.
Uno bien podría preguntarse de qué vale tanta legalidad si la propiedad privada avasalla tantos otros valores, es cierto que intangibles, como la belleza, la vista, el paisaje. Sin embargo, habría que aprender a no matar ni exprimir, siquiera,a “la gallina de los huevos de oro”, porque la ladera y el panorama que la acompaña forman parte del tesoro turístico que valoriza la zona. Porque con esta “libertad” para ocupar el espacio de modo irrestricto, llegaremos a transformar una carretera panorámica en un desfiladero.

Fotos diario La Prensa











